Las cerca de veinte familias, que formaron la nueva colonia, afrontaron con firmeza las dificultades de la nueva colonización, pero no descuidaron unir esfuerzos para tener su propio lugar de oración. Dadas las distancias y la falta de caminos, raramente los colonos podían llegar a Crespo o San Benito para participar de la Santa Misa. Construyeron entonces, la primera capilla, de la cual no hay mayores noticias que la de su sencillez y de que ocupó el lugar de la actual iglesia, la cual estuvo en pie no más de 3 o 4 años.

La Iglesia tenía por aquel entonces, como Papa a S.S. León XIII (1878-1903), y como obispo de la Diócesis paranaense, hacía poco tiempo creada (1859), a Mons. José María Gelabert y Crespo (1865-1897), su segundo obispo. Ocasionalmente llegaban a María Luisa sacerdotes de San Benito, o también algunos padres jesuitas alemanes de Marienthal (Valle María). En 1891 los padres de la Congregación del Verbo Divino se hicieron cargo de la parroquia San José de Crespo, y de la Colonia María Luisa que, como Capellanía, quedó bajo su órbita pastoral.

Viendo la necesidad de una nueva iglesia, los padres verbitas Ludgero Grüter y Germán Löcken, animaron a los colonos a construir un nuevo templo en el mismo lugar. Mientras se construía este nuevo templo, las funciones religiosas se llevaron a cabo en una pequeña capilla dedicada a San Antonio, existente en las afueras, de la que tampoco quedan huellas, aunque se presume que se encontraba próxima a los actuales silos del “Grupo Bolzán”. La primera capilla no tenía ningún santo patrono, por lo que San Antonio va a ser el primer santo entronizado en una capilla al que los colonos van a acudir con sus plegarias.

Todos los colonos unieron esfuerzos con entusiasmo para las obras del nuevo templo, cuya construcción estuvo a cargo de un maestro de obras de apellido Piussi, mismo templo que actualmente conocemos, y que fuera solemnemente bendecido y consagrado al culto en el año 1893. La colonia María Luisa tenía finalmente un templo del que podía enorgullecerse.

Fuente: Arzobispado de Paraná